El salmista dice: Mi Señor mi fortaleza, ¡Mi libertador! Tu eres mi roca, mi defensor ¡Mi Libertador! tu eres mi fuerza y mi escudo, mi poderosa salvación, mi alto refugio ¡En ti confío!
El salmista está rodeado de gente mala y perversa y expresa: los injustos me oprimen y mis enemigos me cercan; cierran su corazón con grasa y hablan con labios arrogantes;
En la vida la amistad verdadera no se busca, la encuentras en tu camino como a las flores. No asfixies a tu amigo, no lo adules, jamás te aproveches de él, si ves en el un defecto díselo con cariño de hermano...
Los israelitas rechazaron a Moisés y le dijeron ¿Quién te ha dicho que tú eres nuestro jefe y nuestro juez? Pero Dios mismo lo había convertido en jefe y libertador de su pueblo.
Yo sé muy bien que mi pueblo Israel sufre mucho, porque los Egipcios los oprimen yo he escuchado sus gritos y a través tuyo los libraré de la mano del Faraón.
Cuarenta años después Dios se le apareció a Moisés en la llama de una zarza que ardía y no se consumía y le dijo: Moisés yo soy el Dios de tus antepasados, Moisés quedó aterrorizado y no se atrevía a mirar.
Cierto día cuando Moisés tenía cuarenta años vio que un egipcio maltrataba a un Israelita. Entonces salió en defensa de su hermano y mató al egipcio...
A Moisés le enseñaron toda la sabiduría de los egipcios y se convirtió en un hombre poderoso en sus hechos y palabras. Quizás Moisés pudo haber sido el sucesor del Faraón, además era el protegido de su hija