En el altar familiar del lunes anterior, pudimos identificar a través de la palabra del Señor en el Salmo 51:9-19, a un David arrepentido (metanoia), el cual quería dar un giro a sus pensamientos y entendió que había cometido un mal. Por esta razón, inició un proceso para que buscaba restaurar su compañerismo con Dios, y como el hijo pródigo había descubierto la miseria de la vida al encontrarse lejos, y deseaba disfrutar nuevamente de la casa de su Padre.
Ahora, como parte del proceso de restauración, era sumamente importante que se Disciplinara.
La palabra Disciplina en la Biblia, no es necesariamente un castigo, esta proviene del griego “paideía”, que significa guía, entrenamiento, educación, enseñanza, instrucción, corrección. De esta forma cuando se habla de disciplina en la palabra del Señor, hace referencia a formación y/o restauración (Asenjo, 2017).
Hebreos 12:4-13 NVI
7 Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?
En otra versión en el versículo 7 dice “Es para vuestra corrección[b] que sufrís[c]”, encontrando la palabra ”sufrir”, lo cual para el creyente no es algo casual, que se pueda evitar, ni tampoco es una ventaja para obtener méritos. El Señor aprovecha este sufrimiento, que surge del pecado, para fortalecer la vida espiritual de sus hijos.
“10 En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. 11 Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella”
Hebreos 12: 10-11 NVI
Atravesar por este proceso de disciplina como hijos de Dios no es nada fácil, pero es necesario, ya que a través de este proceso crecemos, vivimos una “Santificación Progresiva” que nos lleva a parecernos cada día más a nuestro Señor Jesucristo. FILIPENSES 1:6 (NVI)
El crecimiento espiritual, como el físico, lleva tiempo. Mientras nosotros nos preocupamos en qué tan rápido crecemos, Dios se interesa en qué tan fuerte lo hacemos.
León Bloy dijo "El sufrimiento pasa, mas el haber sufrido no pasa jamás", el padecimiento es transitorio, pero los efectos de la disciplina son permanentes. Que el efecto permanente sea bueno o malo depende de la actitud del cristiano que padece de este “sufrimiento” (Trenchard, 2007).
Hermanos, como cristianos debemos admitir la “paideía” que proviene por parte de nuestro Padre Celestial, y comprender que nos encontramos en la Escuela de Dios, procurando aprender las lecciones propias de esta experiencia.