Colocarse en la presencia de Dios como el paciente en la mesa del cirujano es un asunto serio; el salmista le dice a Dios: sondea mi corazón y examínalo de noche; pruébame con fuego y no encontraras malicia alguna. He respetado tus caminos, mis pies no han vacilado, mis pasos se han mantenido en tus huellas. Me conmueve esta oración porque el salmista tiene su conciencia tranquila como dice pablo, que él servía a Dios con una conciencia limpia, el poeta utiliza la figura del herrero y del fuego y le dice a Dios, aunque me pruebes con fuego, no encontraras maldad en mí. “Señor solo por tu misericordia y por tu sangre podemos tener una conciencia tranquila ¡ayúdanos Señor!” Amén
ICDC Berna